Gracias a un reducido grupo de funcionarios internacionales, gran parte de la comunidad judía de Budapest fue salvada de la locura hitleriana. Uno de aquellos fue el encargado de negocios español Sanz-Briz, y otro el italiano Giorgio Perlasca, quien, sin ser diplomático, arriesgó su vida salvando de una muerte segura a miles de judíos refugiados en las ocho «casas de protección» de la legación española.